Mutismo selectivo, un trastorno que puede afectar a los niños

El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad caracterizado por una inhibición del habla en ciertas situaciones o con determinadas personas, a pesar de que en otros ámbitos puede comunicarse con normalidad.

Por Ana Sofía Bedoya

Existen muchos tipos de trastornos que pueden afectar a los niños durante su crecimiento, muchos de ellos vinculados a las áreas de aprendizaje, habla o lenguaje. En su mayoría, estas dificultades son conocidas y cuentan con especialistas y amplia información pública. Sin embargo, hay un trastorno que puede estar aquejando a nuestros niños sin ser siquiera sospechado: el mutismo selectivo. Esto ocurre cuando un niño inhibe su comunicación verbal en determinados situaciones sociales o con ciertas personas.

Una de las causas, según nos comenta Mariella Vega, Psicóloga y Especialista del CPAL, es que la mayoría de niños tienen una predisposición genética a la ansiedad. “Estos signos se pueden mostrar a edad temprana. Por ejemplo, ante la dificultad para separarse de sus padres se ponen de mal humor, tienen un comportamiento muy dependiente, problemas de sueño, berrinches, llanto y extrema timidez” asegura la especialista.

Las señales para identificar el mutismo selectivo suelen pasar desapercibidas; sin embargo, son más comunes de lo usual y se suelen confundir con características de la personalidad del niño (timidez, reservado, discreto, etc.). Por ello, la especialista nos enumera las principales señales de alerta para identificar si nuestro hijo padece este trastorno:

* El niño no habla en determinados lugares como el colegio, u otros entornos sociales.

* El niño habla normalmente en al menos un entorno: normalmente es en casa.

* La incapacidad del niño para hablar interfiere en su capacidad para funcionar normalmente en ámbitos educativos y/o sociales.

* El mutismo ha persistido durante al menos un mes.

* El mutismo no está causado por un trastorno de la comunicación y no se manifiesta como parte de otros trastornos mentales.

¿Cómo pueden ayudar los padres?

La participación de los padres es crucial, facilitando el desarrollo social del niño y estimulando su capacidad expresiva en distintas situaciones de interacción verbal. Ante ello, Mariella Vega señala algunas sugerencias:

* Eliminar las presiones y expectativas para que el niño hable. En su lugar, hacerles saber que entienden sus “temores” a hablar o a expresarse en ciertas ocasiones.

* Dar seguridad al niño y hacerle entender que le van a ayudar durante este difícil proceso.

* Brindar ayuda y comprensión cuando el niño tiene dificultades y frustraciones.

* Alentar los logros y esfuerzos del niño.

Cabe resaltar que, si bien no hay exámenes específicos que diagnostiquen el mutismo selectivo, es muy importante realizar un tratamiento lo antes posible. Este consiste en desarrollar diferentes métodos para disminuir la ansiedad del niño y fortalecer su confianza para que así pueda comunicarse con las personas de su entorno, y en todas las situaciones, sin problemas para que este trastorno no le ocasione mayores inconvenientes en el futuro.

La gata Jessi ayuda a un niño que padece mutismo selectivo

Cuando Lorcan Dillon pronunció por primera vez las palabras “Te quiero”, su madre Jayne estaba completamente eufórica. “Me conmovió mucho, pero tenía que mantenerme a raya”. “No quería que se diese cuenta de lo emocionada que estaba y lo importante que era para mi escuchar esas preciosas palabras”, explicaba Jayne. gata ayuda a hablar a nino

Pero esta declaración de amor del niño de 7 años no era para su madre, era para la gata Jessi. En ese momento Lorcan era un niño atrapado en un mundo de silencio por una condición conocida comomutismo selectivo“, que lo dejó sin poder hablar o expresar sus emociones.

Después de forjar un gran vínculo con su gato birmano de dos años de edad, el niño había conseguido hablar por primera vez. “Ella parece entender que su papel consitía en estar al lado de Lorcan. Este gato tiene un extraordinario sentido del deber. No puede estar sin saber que es lo que está haciendo Lorcan y si le escucha reir, se acerca a ver que está pasando”. “El otro día, me encontre a Lorcan leyendo. Tenía su pata en la mano del niño, mientras sus ojos azules estaban contemplando su rostro con una adoración increíble”. “Todas las noches duerme al lado de su cama y cuando llega de la escuela corre a cogerla y abrazarla”, explicaba Jayne.

Cuando Lorcan nació en el año 2004, era un bebé sano que lloraba vigorosamente, pero cuando la gente entraba en la casa el se quedaba totalmente callado. Jayne explicaba: “Cuando Lorcan tenía tres años, su abuela vino a cuidar a Lorcan y a su primo. Lorcan no dijo ni una palabra en todo el día”. “También recuerdo cuando entramos en una tienda y Lorcan saltaba de alegría. Entonces el tendero dijo hola y rápidamente el niño se escondió en el mostrador”. “Al principio pensé que era timidez”.

A los cuatro años los médicos empezarón a notar que tenía algún tipo de problema. “Era un niño feliz que jugaba con los demás pero no podía comunicarse con ellos“. “Mientras otros niños balbuceaban Lorcan se quedaba completamente en silencio“, comentaba Jayne. Después de muchas pruebas los médicos le diagnosticaron “mutismo selectivo”.

El mutismo selectivo es un trastorno que afecta a uno de cada 1.000 niños, es una condición nerviosa causada por el estrés. La vítcima a menudo pueda hablar en su entorno familiar, pero le resulta difícil comunicarse con el exterior. “Este no es un caso de niño tímido. Lorcan puede ponerse a bailar en el pasillo de un supermercado y no le importa que la gente esté mirando. Pero él no se atreve a hablar. Está atrapado en un mundo de silencio”.

Cuando Lorcan tenía cinco años, era un niño solitario y no había forma de que hiciera amigos de su misma edad. Con la llegada de la gata Jessi, su madre quería que tuviera con él a alguien con quien poder hablar y lo ayudara a relajarse. Cuando la gata conoció a Lorcan, estaba fascinado con él. Lorcan la acariciaba mientras escuchaba sus ronroneos. Después de unos meses sucedió algo mágico, le oí hablar con ella. Ella inclinó la cabeza y recibió un maullido como respuesta.

Se hicieron grandes amigos y Lorcan hablaba con ella. Al cabo de unos días llegó la gran noticia de que había leído unas cuantas frases en clase. La guinda del pastel fue cuando la madre escuchó al niño decir “Te quiero” a la gata Jessi.

Jayne acababa diciendo: “Sé que los gatos tienen un sexto sentido pero este gato parece como que comprende la vulnerabilidad de Lorcan“.

10 tips para trabajar con un niño que tiene mutismo selectivo

El mutismo selectivo es un trastorno poco común (tiene una incidencia de 18 cada 10.000 personas). Los niños con mutismo selectivo pueden parecer tercos, incontrolables o irrespetuosos por el hecho de no poder hablar en situaciones estresantes para él. Un niño con mutismo selectivo puede llegar a ser tan ansioso en una determinada situación que puede mostrar las siguientes características: “congelarse” en su lugar, no ser capaz de hablar, no establece contacto visual o se sentirá agitado.

Hemos encontrado un interesante artículo redactado por la fonoaudióloga estadounidense Jessica Chase, que después de 1 año de experiencia y meses de investigación, expone 10 consejos para trabajar con un niño que presente mutismo selectivo:

Adquirir una buena relación con el niño: “Invertir” tiempo para conocer al niño que tiene mutismo selectivo, sus gustos y sus aversiones, y participar con él en actividades divertidas y relajadas.

No obligar al niño a hablar: No engañar o sobornar al niño, no usar frases exigentes, tampoco es útil usar recompensas, amenazas o castigar al niño por no hablar.

Hacerle saber al niño que será capaz de hablar cuando esté listo: A pesar de que no estés esperando que verbalice al inicio de la terapia, sí es el objetivo final. Asegúrate de que el niño sabe que la meta es que él sea capaz de hablar sin ansiedad, pero no lo fuerces. Hay diferentes etapas de la comunicación que permite el progreso hacia la vocalización:

  • Etapa 0: No responde / no inicia / “congelado”.
  • Etapa 1: Comunicación no verbal a través de “pointing” / asiente / escribe / levanta la mano.
  • Etapa 2: Comunicación verbal a través de sonidos roncos / susurra / llama la atención de alguien.

Educar al personal sobre el mutismo selectivo: Es conveniente informar a quienes trabajan en el lugar de estudios del niño lo que es el mutismo selectivo, cómo comunicarse con el niño y cómo ayudarlo a obtener ganancias en un ambiente educativo sin la presión de hablar.

Conocer las situaciones en las que el niño se siente cómodo y en las que se siente incómodo hablando: Una vez que determine las situaciones en las que el niño se sienta cómodo/incómodo hablando, tendrás un punto de partida para la terapia. Podrás simular las situaciones en las que el estudiante si sienta cómodo hablando, y poco a poco añadir elementos o compañeros en un ambiente seguro para fomentar su comunicación verbal.

Tener una rutina estructurada: Las situaciones no estructuradas pueden hacer que un niño con mutismo selectivo sienta ansiedad. Deja que el niño sepa de antemano cualquier cambio que habrá en la rutina (ya sea visitas de otras personas o cambio de actividades).

Designar un lugar seguro: Ten un lugar seguro en la sala o en el hogar, a modo de “esfera”, donde el estudiante puede ir a tomar un descanso entre las rutinas diarias.

Enseñar estrategias al niño: Como el uso de tarjetas comunicativas, ayudas visuales, que piense con anticipación sus respuestas antes de contestar o decirle al niño con anticipación si puedes hacerle alguna pregunta, para que tenga tiempo para pensar en ello.

No obligar al niño a hablar como parte de una tarea: Más bien bien, darle crédito por algún trabajo escrito, dejar que haga una presentación de Power Point, grabarlo con una cámara en un ambiente tranquilo para que él o ella no tenga que presentarse delante de todos sus compañeros de clase y dejar que utilice gestos infantiles o la comunicación no verbal para contestar preguntas.

No permitir que otros hablen por el niño: A veces está bien dejar que un amigo hable por el niño con mutismo selectivo, si el niño lo permite o le susurra al otro niño lo que quiera decir. Es mejor que el niño con mutismo selectivo hable a través de otro a que no hable en absoluto. Sin embargo, si los demás responden por él todo el tiempo sin esperar alguna indicación del niño, es mejor enseñarles que el niño con mutismo selectivo tiene que aprender a usar su  propia voz con más frecuencia y que esperen que él mismo les diga lo que necesite.

Mutismo selectivo: el trastorno que impide hablar en ciertas situaciones

  • 10 marzo 2015
Helen Keen
Cuando era pequeña, Helen tenía mutismo selectivo. Hoy se presenta en escenarios ante cientos de personas.

Si usted ve a Helen Keen encima de un escenario, probablemente le costará creer que, en algún momento de su vida, esta dicharachera escritora, actriz, comediante y presentadora británica que se dedica a hacer reír a cientos de desconocidos en sus espectáculos, sufrió un trastorno que le impedía hablar en determinadas situaciones.

Cuando Helen era pequeña, las cosas eran muy diferentes.

“Sentía que tenía unas normas muy extrañas sobre cuándo podía hablar y ante quién. Y por mucho que quisiera, no podía romper esas reglas. Nunca (…) Había días en los que no podía decir una palabra en la escuela y gente a la que no podía dirigirme pese a que estuviera desesperada por expresarme”, relata.

La gente pensaba que simplemente era una niña tímida que prefería no hablar.

Pero años después, cuando “encontró su voz”, como ella lo llama, se dio cuenta de que había sufrido un trastorno que le impedía hablar ante ciertas personas o en ciertos momentos: el mutismo selectivo.

El trastorno, que fue identificado por primera vez en el siglo XIX cuando se le describió como una falta de discurso voluntaria, pasó a llamarse “mutismo electivo” en la década de 1930.

Y pese a que en los 70 se le puso la nominación de mutismo selectivo, “la idea de que el silencio está bajo control del niño permanece en muchas ocasiones”, lamenta Keen.

Los “niños callados” de los Apalaches

Desarrollado generalmente en la infancia, este trastorno que suele estar relacionado con la ansiedad extrema es poco entendido, según los expertos.

A menudo, a los niños con mutismo selectivo se les suele definir como niños tímidos, pero no siempre es así.

Un criterio particular del mutismo selectivo es que hay niños que pueden hablar plenamente en ciertas situaciones -generalmente en casa- pero permanecen en silencio en otras -como en la escuela o ante otros adultos.

“Es una especie de fobia a hablar o ante las expectativas de hablar”, le explica a la BBC la logopeda Alison Wintgens que trabaja con menores que lo padecen.

Para Wintgens, es importante distinguir entre no querer hablar y no poder hablar.

“El niño callado es el niño olvidado. Y por supuesto que hay mucha incomprensión. Hay que plantearse por qué un niño no habla. ¿Es porque no puede, porque no controla el idioma, porque es un niño que empieza a hablar más tarde o es voluntario?”, se pregunta.

Algunos de los casos de mutismo selectivo más estudiados fueron los de los niños que en 1960 fueron trasladados por las autoridades estadounidenses de escuelas comunitarias de las montañas Apalaches a colegios municipales junto con cientos de alumnos.

Los profesores encontraron que la mayoría eran niños “callados”, como les llamaban.

Pero lo que había tras aquellos menores que no hablaban era que por primera vez se les había sacado de las comunidades que sus padres jamás habían abandonado y se bloqueaban.

Encontraban todo tan aterrador que no se comunicaban.

Desesperados por hablar

Pero en realidad y, por lo general, los niños que padecen este trastorno están desesperados por hablar, por compartir sus pensamientos e ideas, por hacer amigos y por cumplir con las expectativas de sus padres y profesores.

Escuela en los Apalaches
Los “niños callados de los Apalaches” fueron trasladados de diminutas escuelas rurales a colegios con cientos de alumnos.

Pero, por algún motivo, sus palabras se quedan atrapadas por la ansiedad, la frustración y el miedo.

“Es como si mi cuerpo se congelara (…) como si tuviera unas manos alrededor de mi garganta que me impidieran hablar. Cuando llegas a ese punto, sabes que no va a haber forma de que te salgan las palabras”, explica Jane, una británica que superó el trastorno pasados los 40 años.

“La gente entiende que si no puedes nadar porque tienes pánico al agua, no te van a lanzar a la piscina, que si tienes miedo a las arañas no te van a dejar una en tu escritorio, pero a la gente le cuesta entender por qué no puedes hablar si no tienes ningún problema anatómico”, sostiene.

El mutismo selectivo no tiene un solo origen. “Suele ser fruto de una combinación de factores como la predisposición al trastorno en a familia y un temperamento cauteloso, de no tomar riesgos, de sentirse presionados cuando son el centro de atención y sensibles a nuevos lugares y nuevas personas”, explica la doctora Witgens.

Pero en todos los casos hay una fuerte presión ante la idea de tener que hablar y las expectativas que generalmente se generan en los colegios.

Los padres de quienes la padecen, además de sentirse juzgados por quienes creen que deberían presionar a sus hijos para que hablen, a veces encuentran apoyo.

Encontrando la voz

Aunque en países como Reino Unido, cada vez hay más conciencia de que se trata de una condición médica y el mutismo selectivo ya está reconocido oficialmente.

Mutismo selecitvo
Cuando quien padece este trastorno vuelve a hablar, tiene que reconstruir sus relaciones sociales.

Hoy se estima que en ese país europeo, cerca de 1 de cada 150 niños lo padece, un número similar al de niños diagnosticados con autismo.

Sin una intervención temprana, el mutismo selectivo puede persistir hasta bien avanzada la edad adulta y, de no tratarse, puede llevar a problemas psicológicos más serios si los niños se sienten muy aislados.

En el caso de Helen Keen, consiguió encontrar su voz pasados los 20 años cuando se apuntó a clases de interpretación para superar la ansiedad.

En las primeras clases, se aprendía sus líneas pero no se atrevía ni siquiera a hablar para decir su nombre.

Pero después de varias semanas consiguió recitarlas: “Sustituir las palabras de otros por las mías propias me ayudó a superar la ansiedad porque sentía que no estaba revelando nada de mi misma”, recuerda.

Los tratamientos comunes para combatir el mutismo selectivo van desde la medicación con antidepresivos, muy extendida en EE.UU., hasta inmersiones progresivas como las que propone la doctora Witgens.

“Por ejemplo, si el niño se siente a gusto en casa hablando con su madre, pero no en el colegio, el siguiente paso sería hablar con la madre en el aula a una hora que no haya otros alumnos”, explica.

Y poco a poco se irían sumando otros elementos como pedirle que leyera algo de forma automática ante alguna persona más hasta normalizar la situación. “Sería algo muy gradual”.

Lo que parece claro es que, independientemente del método, para quienes consiguen salir de la prisión de sus propias palabras, la experiencia es liberadora.

“Nunca olvidaré la primera vez que salí y hablé con todo el mundo que me encontraba. Fue intoxicante sentirme tan normal, como el resto del mundo”, concluye Keen.

 

Mutismo selectivo: cuando el silencio no es una elección

Este trastorno era descripto como una elección de los chicos para controlar a sus padres; hoy se sabe que se trata de la imposibilidad de hablar en ciertas situaciones que les generan angustia

-Me dijo la seño que no hablás en la escuela. ¿Por qué?

-No me salen las palabras. Tengo algo acá -el chico señala su garganta- que no me deja hablar.

Este diálogo se repite en todas las familias donde hay un niño con mutismo selectivo. Ellos no eligen el silencio: simplemente no pueden hablar en muchas situaciones por la ansiedad que les provoca hacerlo. Hasta 1970, el trastorno era descripto como una elección de los chicos para controlar a sus padres. Hoy se sabe que no eligen hacerlo, que les produce mucho sufrimiento y que trae alteraciones de conducta en la etapa adulto si no es tratado a tiempo.

El mutismo selectivo es un trastorno de conducta infantil que afecta a 1 de cada 140 niños en el mundo, según las publicaciones científicas más recientes, como la aparecida en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, en 2003. Son niños que hablan normalmente en su casa, o donde se sienten cómodos, y enmudecen ante lo que les produce ansiedad. Es difícil de tratar, requiere de objetivos claros, intervenciones específicas, frecuencia e intensidad, todo dentro de un abordaje individual, familiar y grupal, tanto en la escuela como en la casa.

Julieta empezó el jardín a los 2 años y, como toda niña de su edad, en su casa se mostraba feliz y comunicativa con sus padres. Sin embargo, ya había empezado a dar algunas señales de que no le gustaba estar en contacto con otra gente. «Yo soy muy tímida, y lo era aún más en mi niñez -cuenta Silvina, la mamá de Julieta- así que me parecía normal que ella también lo fuera. Pero con el tiempo, me di cuenta de que si alguien le hacía una pregunta a Juli, su carita se volvía como de piedra, sin expresión, mirando al vacío.»

En la escuela, Julieta no hablaba y nadie le prestó atención a su silencio. «Hoy pensamos que las maestras no la conocían, y como ella no llamaba nunca la atención, supongo que no observaban su comportamiento», agrega su madre.

Luego de pasar por varias consultas, los padres de Julieta encontraron el grupo de Facebook Mutismo Selectivo Argentina. Allí contactaron a la psicóloga Fabiana Baracchini, que trata a niños con este trastorno, y dicta cursos y seminarios para padres y docentes. Además, propone juegos para hacer en la casa, y sigue los logros obtenidos por pacientes que ya tienen el alta. Su libro, Juanita cuenta su historia, es la primera guía de mutismo selectivo, para padres y docentes, escrita en el país.

De pequeños

«El trastorno se da mayormente en niños, entre los 2 y los 5 años de edad, y se hace evidente al comenzar la escuela. Un niño que lo sufre pasa situaciones de agresiones, sufre bullying y tiene una gran inseguridad, porque no puede decir lo que quiere y siente. Evita el contacto físico, señala lo que quiere con su mano y evita la mirada. Su autoestima es muy baja y puede sufrir ataques de pánico», explica Baracchini.

«El mutismo selectivo no debe ser tratado sólo como un trastorno de ansiedad porque hay otras cuestiones implicadas: dificultades en la comunicación, conductas desafiantes, problemas del desarrollo. El tratamiento debe ser realizado en su ambiente natural y el enfoque debe ser multimodal: deben intervenir padres, docentes y profesionales de distintas áreas de la salud, como la psiquiatría. De acuerdo a las últimas investigaciones, cuanto más temprano se lo diagnostique, más probabilidades de éxito hay», dice.

Ya se le va a pasar cuando crezca. Es chiquito. Es tímido. Yo era igual cuando tenía su edad. Estas y otras excusas son las que les dicen y se dicen a sí mismos muchos padres de niños con mutismo selectivo. ¿Cómo no confundir timidez con este trastorno de ansiedad? En principio, hay algo muy simple: el niño tímido termina respondiendo y empieza a hablar cuando se siente cómodo. Los niños con mutismo selectivo, no.

Andrea García es española, tiene 27 años y durante su niñez padeció la incapacidad de hablar. «Fue una etapa muy, muy dura en mi vida, porque si hoy en día hay poca información sobre este trastorno, hace 20 años era mucho peor. Prácticamente estuve sola. Conseguí superarlo a los 11 años, después de estar 8 callada, pero quedan muchas secuelas en la vida adulta: sigo con mucha desconfianza, me faltan un montón de habilidades sociales y me sigue generando mucha ansiedad hablar con desconocidos e incluso conocidos. En el momento en el que uno empieza a hablar, no significa que el problema haya desaparecido del todo. Hay que trabajar muy duro cada día; llevamos años de desventaja respecto a otras personas, pero sin duda se puede conseguir superar los miedos y hacer una vida normal, con una psicoterapia adecuada, y mucho apoyo en el entorno social. Estas dos cosas son imprescindibles.»

En la escuela

Patricia Karam, maestra de Julieta en tercer grado, se reunía con la psicóloga dos veces a la semana, fuera del horario escolar. «Casi al final de mi carrera docente, esto me abrió una mirada absolutamente diferente con respecto a lo que puede ser un trastorno de la conducta. Desde lo personal, este encuentro en mi vida con la niña y su familia, fue una bisagra. Sentía que cada mínimo paso que dábamos, como un encuentro de miradas, era absolutamente gigantesco. El día que ella me habló en forma directa a mí, salí hacia mi casa llorando de emoción. Creo que aún falta mucho trabajo por hacer y el trastorno debe ser conocido por todos los que trabajamos en docencia. De lo contrario, se seguirán subestimando los síntomas de los niños y adolescentes que lo sufren», dice Karam.

No se conocen con certeza las causas del trastorno. A partir de las últimas publicaciones, se puede concluir que puede tener origen genético, neurológico, en la personalidad o en el entorno. Situaciones traumáticas, experiencias negativas en el colegio, pocas habilidades sociales, maltrato, padres con autoestima baja, situación de inmigración, problemas de pareja, adicciones o sobreprotección pueden ser el origen de este tipo de trastorno, según las últimas investigaciones publicadas.

Los especialistas, sin embargo, insisten en algo importante: siempre hay tiempo para sanar. No importa cuán tarde sea, el trabajo da sus frutos. Dan una serie de recomendaciones entre las cuales se destacan no sobreproteger al niño con mutismo selectivo, no obligarlo a hablar, invertir tiempo para conocerlo, darle formación a toda la gente que lo rodea para que lo acompañe en su tratamiento, otorgarle responsabilidades domésticas, tener una rutina y realizar las tareas en un lugar seguro, donde se sienta cómodo, entre otras cosas.

Natalia, mamá de Maitena, lo vivió desde que su hija tenía 4 años hasta que llegó a un diagnóstico y tratamiento adecuado. «Como familia hicimos cambios de hábitos, más salidas, más actividades, cambiamos muchas conductas. En mi caso, como mamá, comencé a informar sobre mutismo selectivo en todos los lugares donde Maite concurre, busqué distintas formas de entrar al colegio, relacionarme con su seño y con mamás y papás del colegio, e invité muchos amiguitos de ella a la casa. Fue tan grande mi compromiso que despertó en mí una vocación docente y así poder aportar un granito de arena al sistema de educación. Hoy existe una gran diversidad en las aulas y muchos docentes no están preparados para abordarlas», dice Natalia.

Un camino largo

Las familias que deben afrontar esta experiencia coinciden en haber vivido un largo camino de frustración hasta dar con el tratamiento indicado para sus hijos. Todo ello sucede por la desinformación que hay en escuelas y centros de salud sobre esta disfuncionalidad.

Germán, papá de Gastón, que hoy tiene 15 años y recién a los 10 encontró la ayuda profesional que necesitaba, dice: «Nos dimos cuenta cuando Gastón tenía 3 años e ingresó al jardín. En casa, su vocabulario era amplio, fluido y alegre. Al salir de la casa, su semblante cambiaba, se sentía intimidado por los demás, adoptando una postura de rigidez de gestos y buscando nuestra protección ante la proximidad de algún extraño. En el entorno familiar, este tema era tabú, no encontrábamos explicación. Hubo negación de la situación y mucha culpa pensando que habíamos fallado en algo«.

«Si bien es introvertido, quizás por tantos años de silencio, hoy puede hablar y contestar a quien sea. Mi consejo es que hay que buscar ayuda profesional lo antes posible ya que esta problemática no la cura el tiempo, sólo le crea a nuestros hijos conductas de supervivencia», cuenta Germán.